lunes, 4 de julio de 2011

Observaciones de un simple empleado de videoclub.




Hace apenas tres meses que empecé a trabajar en un conocido video club de la ciudad, cuyo nombre no mencionaré para proteger la identidad de sus operarios pero que diré meramente que se llama Hocus Pocus y que pertenece a un terrible y sanguinario capitalista a quien tengo de jefe (y de primo), quien no sólo deja ocasionalmente a sus empleados sin té (aunque con café, mate, ananá fizz y tragos exóticos), sino que además se niega al multitudinario pedido de inaugurar un cafetín de apuestas ilegales y riña de gallos en el piso superior. Tiempo atrás, una de las secuaces del jefe que tengo de compañera de trabajo (y también de prima) me había prevenido contra las eventuales dificultades que encontraría al enfrentarme al nuevo mundo de la atención al cliente. Algunos de sus consejos fueron "gritale a la gente", "poné cara de malo", "no te tires pedos", entre otras, las cuales en un pimer momento me parecieron harto exageradas. Ergo, hice caso omiso de ellas, pero no tardé en averiguar por mis propios medios que enfrentarse al público en la era posmoderna puede ser una aventura menos demandante que perjudicial para los nervios. Aquí van algunas situaciones que catalogaré de hipotéticas para proteger la identidad de blablabla, pero que en realidad son tan reales como usted y yo, y que espero que sirvan para ilustrar el panorama general de la conducta popular berissense en la segunda década del siglo.

Situación 1: Como primera fase a todo ingreso a un local comercial, el cliente debe abrir una puerta, o al menos atravesar un umbral. En el caso del lugar donde trabajo, dicho acceso presenta ciertas peculiaridades cuyo conocimiento pleno y profundo no es demasiado intrincado ni arduo: quien desee ingresar debe presionar un timbre claramente visible junto al marco derecho de la puerta. Al escuchar dicha señal, la persona que esté más cerca de la caja activará el mecanismo por el cual la puerta de ingreso se abre con un fuerte chirrido. Nada menos complicado, tácitamente estipulado y simple de aprehender que esta banalidad cotidiana. Por eso me pregunto, mangas de impudorosos escarabajos urbanos, por qué empujan la puerta hasta hacer resonar los vidrios, o meramente se quedan parados frente al umbral con una expresión de infinita pelotudez ontológica en sus caritas de putitos de oficina, de película de terror, de té y de frío de 6 de la tarde. Tan facil que es presionar un timbre. Presionarlo, y luego empujar la puerta (¡no tirar de ella, por Dios!, em-pu-jar, como indica el cartel), y no viceversa. Entiendan, por favor, entiendan de una vez, que empujar la puerta y luego tocar el timbre es un proceder sumamente contraproducente que refleja las más bajas costumbres y denota que su culo está lleno de preguntas de facil respuesta. Sepan que por su proceder tan poco civil no merecen la muerte, ya que esa simplista condena es para confundidos o desviados morales; lo que verdaderamente necesitarían para corregir su calamitosa inercia cognitiva es el viejo procedimiento de introducir un timbre (con la melodía de Close to you preferentemente), dos estrenos y un Blu Ray por el culo (promoción válida hasta agotar stock).

Situación 2: Puedo entender que la educación en general esté en crisis. Lo comprendo. También puedo entender que la capacidad intelectual humana esté en inexorable caída libre. Entiendo también que Tinelli y la pelotudez cósmica que acarrean la ineptitud sensorial y la impericia neuronal esté ganando por goleada la batalla frente a la cultura (en la vieja acepción de esta palabra). Lo que no puedo es aceptar todo eso, ni compartirlo. Por eso es que eventualidades como la siguiente me producen una fuerte conmoción:

Cliente:-¿Está buena esta película?

Irascible y perverso empleado de la industria cinematrográfica:-Sí, muy buena.

C:-¿Y está en español?

IyPEIC:-Mmm, la película es francesa, pero tiene los subtítulos en español.

C:-Ah, entonces, no. No me gusta leer.

Ah...,¿así que no te gusta leer? Así que al tipo no le gusta leer. Mirá vos. No le da para leer las 36/37 palabras que, por convención, se aceptan por línea de subtítulado. Entonces tengo otro plan para vos. En vez de alquilar una peli, podés irte de paseo a la re puta madre que te parió, o a retozar desnudo por las desoladas pampas de la ignorancia y el ostracismo intelectual, o bien podés darte vuelta para que te dé una patada en el culo que te haga gritar "¡vivan los subtítulos!" de placer. A considerar, eh.

Situación 3: Pocas cosas en esta vida hay más lindas que se nos pida nuestra opinión sobre algo. Nos llena de emoción saber que nuestro criterio y nuestra apreciación con respecto a cierto aspecto en consideración va a ser tenido en cuenta, y a su vez juzgado y apreciado por alguien. Un consejo, una recomendación, como decían los Altos Elfos (no confundir con los Altos Cumbieros) no debe darse a la ligera: se debe tener pleno conocimiento sobre lo que se va a opinar, pues la apreciación dada puede cambiar rotundamente el estado de cosas previo. Las opiniones y los consejos, entonces, no sólo son el hedonismo del que tiene algo guardado para decir (como el cago es el hedonismo del que tiene residuos guardados, por caso), sino que constituyen un gran peligro. Por eso es que mi alma se estremece de placer y enjundia al escuchar la siguiente pregunta:

-¿Me recomendás alguna película?

Sin embargo, all that is gold does not glitter. Veamos la secuencia completa:

Cliente:- ¿Me recomendás alguna película?

Irascible y perverso empleado de la industria cinematrográfica:- Sí, cómo no. ¿De qué género estás buscando?

C-Algo de suspenso...

IyPEIC:-¿Viste El Origen (Inception)? Está muy buena, trabaja Leonardo Di Caprio y...

C:-Ah, no, pero esa es para pensar.

Ah..., ¿así que el tipo no quiere pensar? El tipo no quiere pensar. Proyectemos otro plan, entonces. En la góndola que está contra la pared tenés todas las de American Pie; te sugiero que las agarres una por una y te las metas por el culo hasta que se te desatrofie el recto, ya que el cerebro no tiene marcha atrás en el nivel de atrofiación. Otra buena opción es que metas los dedos en el enchufe un rato largo, para ver si con una buena exposición a 220 logramos que tus neuronas hagan sinapsis de nuevo. Si ninguna de las dos opciones te parecen apropiadas, te queda el tradicional pero siempre divertido paseo por la re puta madre que te parió (op. cit., Sit 2). Si los viera el general...

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