lunes, 14 de septiembre de 2009
El arte no es un espejo para reflejar el mundo, sino un martillo con el que golpearlo
A modo de introducción:
La frase que da nombre a esta nota salió de boca (o de mano) del gran poeta del futurismo ruso Vladimir Maiakovsky. Y nada es más cierto, señores.
El arte no necesita meterse en política: es política por su propia condición artística. Está embadurnado hasta la raíz de la lengua en la sociedad que le da forma, y a la que da forma. No existe obra artística que no tenga la explícita o implícita finalidad incuestionable de cambiar el mundo: el niño que abre un libro ávidamente realiza una de las más grandes revoluciones.
¿Por qué? Pues claro, porque se supone que eso es lo que no debe hacer; ¿para qué leer al viejo Tom Sawyer cuando Tinelli aguarda en la TV para decirnos que es lo que tenemos que hacer? ¿Para qué vomitar una poesía que complicará nuestra perspectiva de la vida cuando podríamos inflamarnos de comerciales que se encargan de regir nuestro actuar? Quien opte por la opción difícil está destinado, ineluctablemente, a cambiar el mundo. Todo aquél desprevenido que apoye un pincel de ilusiones sobre el lienzo de la sociedad será condenado a la eternidad.
Ha de quedar claro, si se desea continuar leyendo, que el arte es la expresión de cambio social por excelencia y por naturaleza.
Con ese concepto claro, entonces, proyectaré a grandes rasgos una definición del objeto artístico: serán considerados arte: la música, la literatura, las disciplinas pictóricas, la escultura, la retórica, la filosofía, el cine, el teatro, las danzas, las ciencias, y el deporte. Daré una breve explicación acerca de la inclusión de esta última categoría, ya que las anteriores no presentan, creo, mayores cuestionamientos:
El deporte, en un país como la Argentina, es un elemento de cambio. En una sociedad precaria y anómica en la que los jóvenes rechazan el estudio inconsciente y antonomásicamente, como es el caso de las villas, el deporte puede constituir un punto de apoyo para la salvación humana e intelectual. En otras palabras, los jóvenes que son relegados a los más bajos planos de la sociedad, condenados a la ignominia, al hurto, a la "candena perpetua: villero", jamás podrían sentirse identificados por una institución educativa, religiosa o política. Tales entidades (en particular las últimas dos) son las principales responsables de la paupérrima condición de las clases bajas, y este conocimiento es recíproco en el subconsciente de los participantes. Por otra parte, toda escuela en un barrio marginal, por más predisposición y amor que empeñen los educadores, está condenada al fracaso: el paco es más fuerte, más fácil, y más motivador. ¡Pero no más motivador que el Arte! Un joven relegado puede apasionarse por la música, y ésta se convertirá en su palanca propulsora a un grado de humanismo más alto. Y lo mismo puede ocurrir con el fútbol, el básquet o cualquier otra disciplina deportiva: el sano espíritu de competencia (alejado de instituciones misantrópicas) puede lograr, en efecto, lo mismo que la música o la literatura. No hay ser humano que prefiera el ocio y el ostracismo intelectual al Arte, al gran Arte que da vida al discernimiento (cualidad humana por excelencia, hija de la razón).
Así pues, podríase emprender un estudio de carácter más antropológico que nos demuestre qué es el ser humano desde esta perspectiva artística. Tal emprendimiento supera mis capacidades momentáneas, pero, a los efectos de esta humilde introducción, considero que mi opinión ha sido expuesta: hombre es aquel individuo que tiene capacidad de discernimiento. Todo aquel especímen (que yo, inexorablemente, uno genéticamente a los orcos y trolls) que no discierne, que se deja llevar por la poluta corriente social hacia su propia muerte sin poder entender y aprovechar para su salvación el Arte que lo rodea, ha perdido, lamentablemente, su humanidad. ¡Y no es que sea su culpa! La génesis de este terrible proceso de deshumanización comenzó paralelamente a la institucionalización de la sociedad. En manos del Arte está la posibilidad de revertirlo en la medida de lo posible.
En manos del Arte, del gran Arte: en nuestras manos. Todo ser humano (prestar atención a la definición arriba dada) puede utilizarlo para la salvación y eternización de su alma y de su mente. Quien elija a Dalí antes que a Santo Biasatti (uno de los Césares de esta retrógrada Roma de poco pan y mucho circo) tiene en sus manos el Martillo. (Que no es tanto un martillo como un Cincel, pues lo que se quiere es modelar el mundo, no destruirlo en un apuro de martillazos eufóricos)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hola. soy una alienada y quiero decirte que no soy una orca ni una ballena franca.. Imito y me dejo arrastrar por la corriente prosaica para sobrevivir.. para no quedarme sola en este mundo en el que piensa mas alla de la cumbia y el reggaeton, ( o el cuarteto y el reggaeton en otras regiones ) es un pelotudo.. Con quién voy a hablar si no veo la tele y todas las personas que conozco hablan de lo que paso anoche.. Se que lo mio es el camino facil... Pero no es lindo estar solo... muy buena la radio
ResponderEliminar