Mientras el lector, cómodamente sentado junto al agradable fuego de su chimenea, pasa el tiempo revisando las páginas de un libro, ¡qué lejos está de hacerse una idea de los esfuerzos y pesares que ha soportado el autor para crearlo! Ni siquiera llega a imaginar las eternas horas de lucha para el triunfo de las frases difíciles, las pacientes investigaciones en las bibliotecas, su correspondencia con eruditos y oscuros profesores alemanes, resumiendo, todo la inmensa estructura que el autor ha alzado y derribado, después, sólo para conseguir algunos momentos de solaz junto al fuego de la chimenea o para procurarle que las horas pasadas en el tren sean más llevaderas.
R.L. Stevenson. "Las aventuras de un cadáver"
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