Uno de esos viajes
"¿Qué pasaría -pensó- si siguiese durmiendo y olvidara todas las fantasías?"
"
Amplias alas imaginarias lo elevaban -no muy alto- en el aire; a su derecha, en el piso, un gato se ovillaba y desovillaba, como un erizo. Un prematuro frío vino a comprimir sus huesos, y sabía lo que venía a continuación con la misma irreal inconsciencia con la que sabía que sus alas eran sus brazos. La parodia de la verdad que se repetía en cada albor; pero esta vez buscaría más allá, esta vez lograría llegar. Todos los colores se desvanecieron en una milésima de segundo cuando movió sus pestañas pegadas -un rayo de luz hirió sus pupilas dilatadas y ciegas desde ese gran cuadro de luminosidad latente que se abría a la izquierda del lecho-, pero, sabiendo, rechazando y reconociendo lo que se avecinaba, apretó sus párpados, y sus alas reaparecieron. El erizo maulló, o eso parecía al fundirse en los curiosos ladridos de su cabeza.
El humano siempre se yergue indefectiblemente ante dos opciones: ni más ni menos, sólo dos. Vivir o morir. Soñar o enfrentar. El humano siempre se alza, sólido como un equilibrista, en la tenue línea que separa lo onírico de lo verdaderamente irreal, la consciencia inconsciente de la vida cotidiana y la posibilidad -tan certera como lo onírico mismo- de que todo esté construido de mentira. Amo y señor de sus actos, el humano tiende a elegir mal. Pero esa mañana, todo parecía cambiar en la vasta y dúctil morada del gran Hipnos.
Amplias alas cerraban sus ojos: ahora sí, tomada la decisión, el mundo que elegía se abría ente él. Atrás había quedado ese perro revolcándose dentro del erizo maullador. E incluso de este lado, existían personas a quienes se les veía el rostro y personas a las que encerraban sus rasgos furiosas sombras de indiferencia. Incluso aquí -lo veía, lo veía tan bien como vos y yo-, el arco iris se mantenía alto en la cúspide de los cielos tenues. No convenía llegar a los cielos, le decía alguien desde arriba: demasiado tenues, y más allá, la luz de una ventana le robaría sus alas: mejor era seguir hasta que la duermevela se lo permitiera. Los años pasaban, y sabía que nada era tan eterno como aparentaba, sabía que todo tenía un final, pero sus brazos lo llevaban lejos, lejos sobre el mar verde, cuidando de no rozar esa tenue línea -qué digo línea: me refiero, claro está al cielo-, previniendo su próxima vuelta.
Y todo acabó repentinamente, cuando el "TITITITI-TITITITI" clamó fuerte y claro sobre el batir de sus alas caídas, sus brazos que se enredaban en sábanas, sus ojos que lloraban la libertad perdida en lágrimas de luz por venir detrás de esa terrorífica ventana a la izquierda. La arena rota que caía en el lecho; su cuerpo que volvía al puto mundo donde los sueños son para soñar, los brazos para trabajar, y sólo los gatos maúllan; donde el humano se equivoca en sus decisiones, y jamás dejará de apagar ese siniestro artefacto con anticipación para poder volar definitivamente en las espejadas moradas de Hipnos.
Jerónimo Corregido. De la colección "Textos del inodoro". Julio 2008.
¡Apa! Jerobg, está muy bueno esto.
ResponderEliminarCreo que nunca te había leído, aunque te he cruzado por T!
Estaré más atenta ahora.
Mis felicitaciones por este nuevo espacio, y mis gracias a Iscariote por mandarme siempre buena merca.
¡Saludos!
Ya nada me sorprende hermano, aunque en realidad sí, aún no puedo comprender cómo no publicaste un libro todavía...
ResponderEliminarEsperamos con ansias...